Para iniciar el año futbolístico de 1994, Boca necesitaba un 9 de área goleador y había 2 posibilidades, una era un pibito brasileño que la metía bastante en Cruzeiro. Dientudo y de buen físico, rápido y potente. Ese era Ronaldo. El otro, un colombiano con más experiencia que hacía lo mismo en Atlético Nacional de Medellín de su país. A la hora de decidir le consultaron al técnico de turno, Cesar Luis Menotti y pidió al colombiano argumentando que un brasileño no podía triunfar en el fútbol argentino y menos si era una promesa juvenil.
Así fue como llegó John Jairo Trellez a Boca en medio de una esperanza goleadora para acompañar a Manteca Martínez. Encima bastante parecido a un compatriota suyo que se cansaba de meterla en Independiente, también negro de trencitas, el palomo Usuriaga.
Cuesta decir que Trellez
hizo las cosas mal en Boca porque ni siquiera hizo nada. Fue solamente una
silueta oscura deambulando por las áreas rivales con la camiseta Olan pero
siempre en otra sintonía. Los números lo dejan más que en evidencia registrando
19 partidos en total (entre Clausura, Apertura y Supercopa) y solamente 2 goles
en su haber. Las víctimas fueron Mandiyú y el lobo platense, ambos en la
Bombonera.
Terminó 1994 y Trellez
se fue silbando bajito y con muchísima pena y nada de gloria. Claro que también
se fue Menotti después de una campaña pésima en el Apertura y perdiendo la
final de la Supercopa.
Ah, el pibito que pudo haber venido en lugar de John Jairo, después se cansó de hacer goles en el
PSV holandés, en el Barcelona, el el Real Madrid, el Inter y hasta el mundial
pasado era el máximo goleador de la historia de las copas del Mundo.
Pensar que Ronaldo Luiz Nazario de Lima pudo haber jugado en
Boca y pensar que sí lo hizo un tal John Jairo Trellez.
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