Cuanto placer causa
sentirse orgulloso de los orígenes porque es maravilloso el sentido de
pertenencia que tiene el club con el barrio. La boca es completa, tiene todo
tanto para los habitantes, los que lo visitan con frecuencia (generalmente a
ver al equipo) y los miles de turistas de todas partes del mundo que al llegar
a la argentina no pueden dejar de conocer la república de la boca. El
riachuelo, caminito, el puerto con sus barcos, la plaza Solís, la Bombonera, casa
amarilla, los conventillos, el puente Avellaneda o el cuartel de bomberos
voluntarios son algunas de las características principales del barrio que tan
bien graficaba al óleo el gran Quinquela Martín. Los días que juega boca el
barrio se viste de fiesta, se decora y se pone la mejor pilcha. La azul y
amarilla que baja en forma de lienzos desde los balcones, que se encuentra en
cada esquina con los vendedores ambulantes llenando de camisetas las baldosas o
desde la tribuna media del “arco de los milagros” cuando caen esos telones
escondiendo a la multitud que no para de alentar. Eso es la boca, el barrio que
vio nacer al gigante y hoy es república.
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