Pagina oficial de la peña de Boca juniors en La Plata

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viernes, 24 de marzo de 2017

El amor es mas fuerte

Aprovechando el feriado de este viernes, decidimos dedicarnos un poco a la lectura y encontramos un texto por demás descriptivo de una época dura y particular para Boca.

 1984, la crisis institucional que casi hace desaparecer al club y la llegada de Antonio Alegre para administrar de la mejor manera los destinos políticos y financieros de Boca para de apoco volver a ser lo que fuimos y lo que somos, el club más grande e importante de este país.
Esa época que para muchos de los fueron testigos los ha marcado profundamente, la describe excelentemente el escritor Alberto Moreno, bostero y muy capaz para wncontrar las palabras justas del sentimiento del hincha, algo difícil de explicar pero que Moreno lo hace con una capacidad superlativa.

En fin, la crisis, la llegada de Alegre y el sol que volvió a salir en La Boca después de tanta tormenta dirigencial. Lean,  sitúense en tiempo y espacio y recuerden, lo de aquella vez y lo que somos…


"El amor es más fuerte"
El 8 de julio de 1984, Boca recibía a Atlanta en el Templo, por la fecha 15 del Metropolitano. El viernes 6, fogoneado por Guillermo Coppola (personaje que a muchos boquenses les cae simpático, quién sabe por qué) quien era el representante de la mayor parte de los jugadores xeneizes, el plantel se declaró en huelga por incumplimiento de pagos y primas, y desacuerdos en los premios de la gira que Boca realizaría en agosto. En consecuencia, el Xeneize tuvo que presentar a la cuarta división, dirigida por Ernesto Grillo. Así vieron su inesperado debut en Primera valores como el Flaco Fornés, el Tuta Torres y Pimpinela Tessone. La derrota 1-2 ante Atlanta con gol de Alfredito Graciani –pero para Atlanta- al minuto, no pasaría de lo anecdótico: no fue la primera ni la última vez que un equipo presenta pibes para cubrir el faltazo de los de Primera, y de hecho bastante buen papel hicieron. El tema fue otro.
Ante la similitud de los colores de ambos elencos y a instancias de la televisión, el juez pidió que Boca utilizara casaca alternativa. El primer reflejo de la situación del club es que simplemente carecíamos de esta camiseta. La utilería dijo "lo atamo con alambre" y peló un juego de remeras blancas de entrenamiento. A falta de números había buena voluntad, así que usando un marcador negro, apareció la numeración. La entrega de los pibes no puede ponerse en duda: quedó tan claro que transpiraban la camiseta, que a minutos de empezado el partido, los números empezaron a deformarse a puro chivo. Esa jornada triste fue el más fiel reflejo del peor año en la historia de Boca. Fue el año en que, de la mano de un desmanejo institucional sin precedentes, Boca estuvo a punto de desaparecer.
En diciembre de 1983, tras ganar una apretadísima elección ante la fórmula Magdalena-Abbatangelo, asumía el nuevo presidente del club, Domingo Corigliano, con promesas de llegar a los 50.000 socios y también de gloria deportiva. No te invitaba a renovar el pasaporte, pero casi. La realidad demostró estar más lejos de esas promesas que un viaje a Japón ida y vuelta…
El club en 1984 fue el caos más absoluto, con peleas constantes entre los dirigentes; entre los jugadores; y entre los dirigentes y jugadores. En lo deportivo, Boca terminó 16° sobre 19 equipos en el Metro, y eliminado en primera rueda en el Nacional en apenas 6 partidos. Las frecuentes huelgas de los jugadores hicieron que muchas veces hubiera que apelar a la cuarta y la quinta. Los conflictos internos entre los players derivaron en un enfrentamiento con el Loco Gatti, y también en la partida por la puerta de atrás de un prócer como Roberto Mouzo. Guillote gestó el quilombo interno que llevó a Gareca y Ruggeri a moder rabiosamente la mano que les dio de comer. Por el banco desfilaron el Zurdo López, Dino Sani (ex jugador del club, brasileño él, Passucci contaba que les daba las charlas en portugués, pero reclamaba su sueldo en perfecto castellano), Ernesto Grillo, y Marito Zanabria. Durante la gira de agosto, se sufrió la peor goleada de la historia Xeneize ante el Barcelona. Se cayó varias veces por goleada en los torneos locales, una de ellas ante riBer… Básicamente un desastre futbolístico de esos que llevarían a los nebosteros a no pisar más la cancha y quedarse en sus casas viendo fútbol europeo.
Pero claro, lo que pasaba con la pelotita era consecuencia directa del desmadre institucional. Algo que frecuentemente se les escapa a muchos hinchas, a los que sólo les interesa el éxito deportivo y les alcanza un título para reelegir al que sea, como si Boca fuese un bingo… 
La situación económica era terrorífica, con pedidos de quiebra para el club y de remate para el Templo, los empleados del club en huelga, dieciséis profesionales del plantel –un equipo entero con banco de suplentes incluido- declarándose en libertad de acción... Los vestuarios no tenían agua caliente, la pileta estaba clausurada, los pibes de inferiores no tenían micros para ir de visitante y viajaban en colectivos fletados por los padres; ni siquiera había ropa para todos: el titular jugaba y cuando salía le daba a su reemplazante su camiseta toda transpirada. La Ciudad Deportiva estaba en ruinas y en la Candela se afanaron hasta lo que no había. La sede del club y La Bombonera fueron clausuradas –el Templo tenía riesgos concretos de derrumbe- y Boca debió jugar de local en Vélez, Huracán, Gimnasia (?), riBer (???) y Sarmiento de Junín (?????). Cuando se reabrió La Bombonera, solo podía utilizarse parcialmente por problemas estructurales. Las constantes licencias de Corigliano – que cuando había que decidir algo crucial para el club, escondía la cabeza como el avestruz- hicieron que Boca tuviera tres presidentes: el mencionado, más Cándido Vidales y Horacio Blanco, para terminar finalmente en manos del interventor del gobierno nacional Horacio Polak, hincha de Racing. Sumale la barra brava fuera de control y tenés cartón lleno para un club al borde del abismo.
Lo que nunca estuvo, a pesar de lo que les gusta sostener a varias gallinas mal informadas, fue en riesgo de descenso, ya que había hecho una gran campaña en 1983 y contaba con un buen promedio. Pero sí estuvo en riesgo de algo todavía peor: Boca casi desaparece, casi deja de existir. Era la tormenta perfecta, como en la película. Y para que el barco no se fuese a pique, así como estaba, con agujeros por todos lados y el agua entrando sin parar, hacía falta un capitán de aquellos. Porque una cosa es administrar en la abundancia, pero te la regalo cuando tenés hasta el sillón presidencial embargado… literalmente. ¿Pero quién se iba a animar a agarrar ese fiero a 1000 °C? Ese hombre, el que estuvo ahí para dejar la vida en la cancha a puro amor por la camiseta, se llamó Antonio Alegre y llegó a la presidencia en 1985.
Don Antonio, nacido en Chacabuco, radical, empresario, pero por sobre todas las cosas bostero químicamente puro, entró activamente en la vida del club en 1980. Arrancó haciendo algo que no dejaría de hacer en ningún momento: poner plata de su bolsillo, generosamente y sin hacer ruido. Sería Polak quien, ante la solicitud de dirigentes y notables xeneizes, lo pondría en funciones, como la persona más idónea para afrontar el momento. Y aunque Don Antonio sabía que la parada era durísima, se metió en la silla eléctrica sin dudar. Por y para Boca. Es que el amor es más fuerte.
Boca tenía 151 juicios con sentencia, más quince pedidos de quiebra. Estaban embargados hasta los escritorios y los trofeos. No existía la institución como tal, no teníamos plantel. El único jugador que nos pertenecía era Gatti. No había nada de nada", recordó alguna vez Don Antonio, rememorando el panorama con el que se encontró cuando asumió la presidencia, el 4 enero de 1985. Ya nomás sentarse en el sillón, a todos los problemas que tenía que afrontar se le sumó el de Gareca y Ruggeri (perdón por decir malas palabras estando en el aire).
El 26 de diciembre del ’84, Polak mandó un telegrama a 18 jugadores para renovarles el contrato. Entre ellos estaban incluidos los dos mencionados, que fueron los únicos que decidieron no aceptar el ofrecimiento, especulando con quedar libres por el 20 por ciento. Cosa que consiguieron, a pesar de los infructuosos intentos de don Antonio por convencerlos. No solo el 6 de enero consiguieron la libertad de acción en Futbolistas Argentinos Agremiados, sino que hicieron cartón lleno partiendo a riBer. Dos personajes queribles, que demostraron su amor a Boca no solo sacando el hombro en el momento más difícil, no solo traicionando al club, sino plantándole una bombita en el escritorio a Don Antonio a los dos días de empezar su mandato. Pero Alegre demostró lo grande que era incluso en esa, cuando consiguió por parte de riBer una compensación de 100.000 dólares y los pases de dos que resultaron cracks: el Chino Tapia y el Vasco Olarticoechea.
Ya de movida, Don Antonio pondría 1.2 palos rúcula de su bolsillo para levantar los embargos, pedidos de quiebra, suspensión del estadio, sueldos a jugadores, empleados... Paso a paso, en un esfuerzo titánico y con la colaboración del vice Carlos Heller y de muchísimos dirigentes cuya motivación era exclusivamente el amor a Boca, el club empezó a ponerse de pie otra vez. La Candela dejó de ser un aguantadero y se pareció otra vez a esa que había albergado a monstruos como Rojitas, Patota Potente, Mouzo, el Chapa, Diego… El Templo pudo volver a abrir sus puertas y el pueblo xeneize a llenar sus tribunas sin temor a que se derrumbase. Los juveniles jugaban en primera si eran buenos y no para tapar los huecos que dejaban los profesionales en huelga. Incluso, llevó su tiempo, pero Boca pasó de jugar en una Bombonera en la que casi había que adivinar quién tenía la pelota, a tener una de las mejores iluminaciones de la Argentina. Se volvió a pintar la cancha, se arreglaron las butacas, se puso el césped a tono otra vez con lo que debía ser, los jugadores pudieron volver a bañarse con agua caliente... Un sinnúmero de cosas que no deben caer en el olvido, al contrario, deben ser recordadas para dimensionar hasta qué punto Boca había tocado fondo y así comprender la importancia de la gestión de don Antonio. Se le plantó a la barra también, a costas de insultos vergonzosos en los que justamente ellos lo acusaran de ladrón justamente a él. A costas de que le partieran la cabeza de un piedrazo a la hija de Carlos Heller. Pero no arrugó.
Claro, algunos hinchas de Boca que viven dentro de un tupper, le cuestionan la faz deportiva, la falta de títulos. Es el problema de la gente incapaz de contextualizar. Cuando don Antonio tomó el club lo que había que pensar era en no desaparecer, en tener 11 profesionales para presentar los domingos, en no tener que mirar de reojo del promedio que había quedado comprometidísimo en 1984… Olvidate de títulos y copas. La Copa Intergaláctica era volver a ser Boca. En ese marco, la reconstrucción deportiva se dio de a poco cuando se fueron sumando grandes jugadores y se volvieron a pelear títulos recién en 1987. La Supercopa del ’89 y la Recopa ganada el año siguiente fueron festejadas con locura. Solo faltaba cortar la sequía local, y también se logró de la mano del Maestro Tabárez. Encima se le pasá a gnar a riBer hasta jugando a las bolitas, paternidad que se vio seriamente amenazada a mediados de los ’80. ¿Los títulos logrados en diez años fueron pocos? Si en diciembre de 1984 te decían que Boca iba a pasar de la casi desaparición a ganar 5 títulos en diez años, hubieses firmado con los ojos cerrados. ¿Y los planteles? Boca pasó de 16 profesionales declarándose en libertad de acción, de pibes de las inferiores jugando con los números pintados en marcador, a tener figuras como como Graciani, Tapia, Comas, Marangoni, Giunta, Latorre, Batistuta, Simón, Navarro Montoya, el Beto Márcico, el Manteca Martínez, el querido Roberto Cabañas, Caniggia, Maradona… ¿Enumero muchos? Y me quedo corto. Esas figuras de categoría mundial se pudieron poner la camiseta de Boca, gracias a una gestión ordenada que a puro esfuerzo saneó el club y lo volvió a hacer protagonista. ¿En 1995 ganó Macri y ganó 18 títulos en 10 años? Cierto. El detalle que no puede quedar afuera de la ecuación es que sin don Antonio Alegre, Macri no hubiese ganado ningún título. 
Es más, ni siquiera hubiese sido presidente. Simplemente porque Boca hubiese dejado de existir.

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